DECOLONIZAR LA EDUCACIÓN

El concepto diversidad ha tenido un potencial emancipador al momento de abordar los ejes de desigualdad que se producen en la acción colectiva, así como para resaltar la heterogeneidad al interior de colectivos compuestos por personas con pluralidad de rutas y equipajes. Las luchas feministas y antirracistas en las Instituciones de Educación Superior han logrado crear espacios emancipatorios dentro la academia, en los cuales desarrollar formas alternativas de producir conocimiento, por ejemplo, la creación de departamentos de estudios de género o de estudios afroamericanos. Sin embargo, en las Instituciones de Educación Superior, la diversidad es a menudo cooptada e instrumentalizada: la “inclusión de la diversidad” tiende a problematizar y victimizar todo lo que se desvía de la hegemonía blanca, produciendo dicotomías y categorizaciones que hacen visible lo supuestamente “diferente” en dos papeles complementarios: el problema y la víctima (Gilroy 1992). En ese sentido, las prácticas discursivas centradas en la “inclusión de la diversidad” producen diferenciaciones entre una diversidad deseable y otra indeseable, reproduciendo las historias y narrativas coloniales; de esta manera, la categorización de una supuesta diversidad, que debe ser tolerada e incluida, fomenta la supremacía blanca y las relaciones de poder patriarcales y coloniales en lugar de desafiarlas.
Las personas de color y de origen migratorio siguen siendo objeto de discriminación racial y exclusión en el contexto de la educación. Si bien en la Educación Superior (ES), la pedagogía y los planes de estudio suelen reproducir la discriminación, también tienen el potencial de promover prácticas antirracistas. Para ello, es necesario que los planes de estudio sean revisados para que reflejen las diversas historias, logros y experiencias de los grupos sociales que son objeto de discriminación (Modood et al. 1999: 57).

Actualmente, las IES en Europa desempeñan un papel importante en la construcción de Occidente como liberal, tolerante y democrático. El establecimiento de objetivos de fomento de la diversidad e igualdad en las universidades puede entenderse como un elemento importante en este proceso. Sin embargo, los enfoques críticos señalan que estos objetivos coexisten con procesos de asimilación de las personas integrantes de la universidad a las jerarquías de poder académico, y con la perpetuación del racismo institucional e interpersonal en lo cotidiano.

Al gestionar la diversidad, las instituciones contribuyen a generar y reproducir las diferencias y las asimetrías. Siguiendo a Brah (2007), la “diferencia” se produce y organiza sistemáticamente a través de los discursos económicos, culturales y políticos, así como a través de las prácticas institucionalizadas, proceso en el que se articulan regímenes de poder específicos. La autora feminista antiracista María Lugones (2010) sostiene que los regímenes de poder contemporáneos funcionan siguiendo una lógica categorial, dicotómica y jerárquica, y que esta lógica ha sido fundamental para el pensamiento moderno, colonial y capitalista sobre la raza, el género y la sexualidad.

En oposición a la “gestión de la diversidad”, las perspectivas feministas antirracistas parten del reconocimiento de la diversidad -y de los desafíos que conlleva- para construir solidaridades intelectuales y políticas a través de las diferencias. Este uso de la “diversidad” difiere de la moral aséptica y despolitizada que a menudo se moviliza en el seno de las instituciones europeas, o de la forma de aludir a la pluralidad ciudadana o a las luchas identitarias esencialistas que omiten las desigualdades, que pueden implicar un debilitamiento como sujetos y actrices políticas para lograr cualquier tipo de transformación. El desmantelamiento de la idea de un sujeto homogéneo del feminismo, articulado en torno a la noción de una identidad básica compartida y de una opresión de base común, ha dado lugar a una amplia gama de debates en torno a la articulación entre identidad, diversidad y política.

Varias intervenciones dentro de las IES tienen como objetivo incluir, potenciar o tolerar “a aquellas personas de diferentes credos y creencias”. Sin embargo, dado que las instituciones académicas siguen siendo los principales lugares a través de los cuales el poder colonial occidental impone un tipo de conocimiento o forma de conocimiento dominante, es necesario analizar cómo las categorías de la diferencia son el resultado de relaciones de poder coloniales, una cortina de humo de las instituciones supremacistas blancas para perpetuar las jerarquías raciales visibles e invisibles (Quijano 2000; Stoler 2010).

La transformación del programa de estudios desde una perspectiva feminista decolonial va mucho más allá de enriquecerlo mediante la inclusión de diferentes perspectivas o la adición de nuevos recursos a la lista de lectura. En lugar de incluir diferentes imaginarios, el objetivo es interrumpir la imaginación colonial, aprender desaprendiendo la dominación interiorizada de la blanquitud. Esto significa, desde una perspectiva feminista interseccional y decolonial, desmantelar la forma en que la producción de conocimientos y las prácticas pedagógicas perpetúan el canon blanco, masculino y eurocéntrico.

Las perspectivas feministas decoloniales no solo problematizan la raza o el género como objetos de estudio, sino que abordan sistemas de dominación entrelazados para ponerlos en crisis: suponen intervenciones militantes que desafían y desmantelan las formas de violencia epistémica y la normatividad etnocéntrica inherentes a las universidades occidentales y a los modos académicos de producción de conocimientos. Como ha escrito Silvia Rivera Cusicanqui, “[n]o puede haber un discurso de la descolonización, una teoría de la descolonización, sin una práctica descolonizadora” (2012: 62).

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24 min

Se incluyen estas actividades:

  • ¿Diversificar las universidades? ¡Decolonizar la educación!
  • El peligro de la historia única
  • Estrategias de resistencia collectiva
Reflexionar sobre si es posible o no avanzar en las luchas decoloniales dentro de las universidades.
Reflexionar sobre cómo las construcciones dominantes del conocimiento limitan nuestras perspectivas e imaginarios, a la vez que perpetúan estructuras de opresión racializadas.
Contra-mapear y comprender el legado colonial de la universidad, aprender e inspirarse en las luchas existentes.
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3