IDENTIDAD

Hay muchas formas de entender la identidad, pero podríamos decir que esta tiene dos caras, como una moneda, o que funciona como un diálogo o un juego entre dos polos. Por un lado, lo primero que podemos pensar es que la identidad es algo que nos viene dado. Constantemente nos posicionan dentro de determinadas etiquetas que están además jerarquizadas en relación a otras. La identidad no puede no existir sin jerarquías, sistemas de poder que nos cruzan y que nos marcan ciertos límites. Salirse de estos límites, además, está penalizado: implica dolor o, como mínimo, una gestión extra. El que te posiciones puede implicar perder algo, por ejemplo, lo que eras antes. Pierdes esa imagen que se asocia a lo que un día era importante para ti. También, sin embargo, puede implicar un beneficio, ya que la identidad puede ser un lugar cómodo, desde el cual puedes reclamar, por ejemplo, demandas políticas. Esto nos lleva a la otra cara de la identidad, y es que hay momentos en los que una misma elige qué identidad quiere adoptar, sea porque esta nos da una visión de nosotras mismas que nos gusta, o bien porque esta identidad nos permite hacer ciertas cosas a nivel colectivo (por ejemplo, a través de las categorías de «mujer», «trabajadora del hogar y los cuidados», o «migrante»). De modo que en la identidad también hay agencia y capacidad de transformar. La identidad se sitúa entre estos dos polos: la que nos viene dada, y la que elegimos tomar; la que nos limita, y la que nos da la posibilidad de hacer ciertas cosas. Y en este sentido no es nunca estática, sino que es algo que está siendo y que se construye en nuestro día a día, a través de determinadas formas de estar en el mundo y de sentir dentro de él.

La decisión de trabajar el concepto de identidad se produjo en el proceso que se ha presentado en el apartado de Proceso. En esta sección hacemos una breve reseña de la reconstrucción del proceso de reflexión colectiva durante aquellas semanas. En el texto se ponen en conversación relatos, experiencias personales y aprendizajes de la trayectoria de Sindillar como sindicato de trabajadoras del hogar y los cuidados con otras voces de pensadoras. Más que “querer definir la identidad”, lo que pretendemos aquí es dar cuenta de cómo, en este camino, la idea de identidad emergió a través de distintos temas que cruzan con nuestras vidas y que nos resultan importantes. Por tanto, las reflexiones compartidas son situadas y en ningún caso pretenden ser verdades acabadas.
Cuando comenzamos a discutir sobre qué significaban para nosotras ideas como la problematización o la reflexividad, una de las primeras cosas que se nos vino a la cabeza tenía que ver con la identidad. Esto surgió, porque nuestras experiencias nos hablan de la importancia de cuestionar e indagar las formas en las que normalmente entendemos la pertenencia o el reconocimiento. Es decir, ¿qué efectos tiene sobre nosotras que exista una necesidad de identificarse con un determinado estado-nación y su supuesta cultura? ¿de qué forma esta vinculación se relaciona con otras áreas de nuestra vida que son importantes para nosotras? ¿qué ocurre cuando estas partes quedan comprometidas, por ejemplo, por un proceso migratorio?

En el año 2013, Sindihogar realizó unas jornadas que proponían interactuar la formación con la creatividad. Había varias sesiones y en una de ellas se hizo un trabajo de “performance” con la artista Denys Blacker. La llamamos: La Cartera/Billetera y su contenido. La performance, luego de un proceso de calentamiento y entrar en confianza, proponía que sacaramos de nuestras carteras y billeteras todo lo que teníamos dentro de ésta y lo expusimos delante nuestro en la rueda que estábamos sentadas. Había diversidad de personas, algunas éramos migrantes, otras de países de la comunidad europea, otras eran personas catalanas. Todas explicamos lo que teníamos, fue un ejercicio que a todas nos marcó por su impacto visual, donde observamos las desigualdades estructurales que suceden en relación a tu identidad ciudadana. Por un lado, veíamos el privilegio de las personas que podían contar con una identificación válida dentro de la Comunidad Europea o DNI, varias tarjetas de banco o de lugares de estudio. Y por otro, personas con papeles doblados, que representaban el carnet de aquellas personas “sin papeles”, el papel del padrón, el carnet de la biblioteca… un sin fin de papelitos para justificar tu permanencia aquí por si un día te para la policía. Observamos que estas cosas íntimas o personales están en juego con tu identidad y refieren a distintas estructuras que la determinan. Esta pequeña historia, además de inspirarnos para crear el ejercicio “El juego de la identidad con objetos”, nos llevó a reflexionar sobre los distintos sistemas de poder que determinan nuestras identidades, estructurándolas además de manera jerárquica las unas con respecto a las otras.

Quizás la identidad también podría implicar un juego (aunque un juego serio). Donde por un lado, venimos con unas etiquetas que nos van poniendo, como el género, la raza, el estado nación; a esto se suma los valores inscriptos en tu familia y el rol que ocupas ahí; luego la educación… y podríamos seguir enumerando.

Y por otro, sabemos que no sólo podemos poner todas las responsabilidades en un “afuera” del que no tenemos control, y de allí es que sacamos nuestra capacidad de agencia. A partir de hacer un proceso de transformación singular y colectivo, donde transformar lo que se nos ha entregado, llegando a cuestionar incluso las reglas del juego por completo para pensarnos, narrarnos o actuar de otra forma. Por tanto, la reflexividad es una buena herramienta, que nos permite comprender cómo nos pensamos a nosotras mismas dentro de este contexto social y qué podemos hacer para transformarlo.

Al narrar estos debates, nos damos cuenta de que podemos dar la impresión de que damos una imagen estática de la identidad. ¿Estamos atrapadas en ese juego entre subjetivación y agencia? Precisamente, el inicio de este viaje, la idea de problematización, nos invita a desnaturalizar las identidades que habitamos como algo estático e inamovible y comenzar a preguntarnos por los procesos que hacen que las adoptemos, las maneras y las trayectorias que nos llevan a habitarlas, así como las maneras en las que las desafiamos y las convertimos en maleables.
Una posible respuesta se encuentra en el proceso de organización de Sindillar. Cuando describimos este proceso, nos referimos a los modos en los que llegamos a usar una identidad para sentirnos acogidas, y cómo reconocernos en ella nos permite tener cierto “control” sobre nuestras vidas y enunciarnos como sujetas políticas. Otra reflexión que también emerge es que muchas veces escuchamos la crítica que se hace, sobretodo en nuestra experiencia, desde los feminismos blancos, al problema de la esencialización de las identidades, o al mero hecho de hablar sobre las múltiples identidades. A veces nos da la sensación que no podemos entrar en el plano de estas discusiones, porque para las mujeres racializadas y migrantes es vital generar una identidad que te de un estatus de ciudadanía, para poder, simplemente existir, circular y vivir. Por eso, nos encontramos muchas veces entre estas dualidades, de resistirnos a las identidades y por otro lado tener que apropiarnos de ellas.

¿Cómo desarrollamos este concepto?
Proceso Común de Conceptualización del PAR Barcelona

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IDENTIDAD
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13 min

Partiendo de la idea del “juego de la identidad”, en la actividad se propone explorar las dos caras de la identidad. Por un lado, aquella que nos viene dada, y que no siempre nos gusta; por otro, aquella que elegimos tomar. El objetivo del ejercicio es reflexionar sobre los determinantes estructurales de nuestras identidades, así como de los espacios de agenciamiento o transformación de los que disponemos.

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EL JUEGO DE LA IDENTIDAD CON OBJETOS
Materiales necesarios
[nada]
Duración
1.5 h - 2 h