You are currently viewing Boletín #3 -Q3 2020

Boletín #3 -Q3 2020

Septiembre marca el inicio del curso escolar en muchos países europeos. Este año 2020, en plena pandemia mundial por el COVID, la incertidumbre y el riesgo de próximos confinamientos amenazan el desarrollo “normal” de las clases. Acostumbrados a una docencia y aprendizaje presencial, desde distintas posiciones (profesorado, estudiantado, familias…) se alerta de las consecuencias negativas que implicarán las adaptaciones a la “nueva normalidad” para la calidad del aprendizaje y de la socialidad de las comunidades educativas. Pareciera que la situación actual fuera a llevarse por delante todas las bondades y ventajas de un modelo educativo históricamente asentado en la presencialidad. Sin embargo, este tipo de discursos críticos y alarmistas con la actualidad pandémica han generado un espejismo benevolente y opaco hacia el modelo educativo anterior.

Se han tendido a apuntar las pérdidas y obstáculos que traerá la “nueva normalidad” pero no se han cuestionado ni puesto en evidencia otras pérdidas, ausencias y obstáculos crónicos y totalmente “normalizados” que, de no hacer nada para evitarlos o subsanarlos, habremos heredado y seguiremos arrastrando desde la “vieja” hacia la “nueva”normalidad. Y es que hemos normalizado las diferencias en el acceso a la educación superior entre personas de distintas clases sociales o minorías étnicas (¿Cuántas personas de raza gitana, por ejemplo, cursan estudios universitarios?).

Hemos asumido que es normal que las personas migradas tengan mayores dificultades para el reconocimiento y equiparación de sus estudios previos, que deban pagar matrículas más altas, o que hayan de superar una serie de obstáculos extra para poder seguir con regularidad su educación, de la misma forma que estudiantes locales (¿Cuánto es la diferencia de matrícula en tu universidad para estudiantes del país o para extranjeros?). Hemos normalizado que la inmensa mayoría de referentes y autores de nuestras asignaturas sean hombres de origen europeo o norteamericano y que el conocimiento científico sea el único válido para la academia (¿Cuántas mujeres o autores de lugares considerados “periféricos” conforman la bibliografía de tu asignatura?). Hemos normalizado que los temas de estudio e investigación y que la financiación de proyectos se dediquen principalmente a cuestiones y problemáticas que afectan a una mayoría occidental y eurocéntrica, de clase media o alta (¿Cuánto dinero y tiempo se ha invertido para una vacuna contra el Covid vs. la vacuna contra la malaria o el SIDA? ¿Cuánto dinero se está dedicando a la investigación biomédica del Covid vs. las ciencias sociales del comportamiento social y colectivo implicado en la pandemia?). ¿Qué vamos a considerar una educación superior “NORMAL”? ¿Qué normalidad queremos para la universidad?

En este boletín:

Entradas

Publicaciones